Trabajos en metal

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Michael Anastassiades & Philippe Anthonioz
19 Feb 2015
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17 May 2015
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La primera exposición de la galería Machado/ Muñoz lejos de optar por la fácil posibilidad de dedicar la muestra a la obra de un solo autor, celebra el trabajo de dos autores, el chipriota Michael Anastassiades y el francés Philippe Anthonioz. Dos creadores de los que se dice que están posicionados a medio camino entre el diseño y el arte pero los dos bastante reacios a aceptar las etiquetas que los pretenden encasillar.

El punto de encuentro entre ambos que los galeristas han querido señalar es su común interés por un material tan primitivo y a la vez tan contemporáneo como el metal. Sus piezas son el signo evidente de que los dos creadores se enfrentan a este material de modos muy diferentes. Se trata tanto de una confrontación como de un diálogo entre autores distintos, que trabajan con dos puntos de vista diversos, dos maneras de acercarse a la pieza, cada una de ellas con sus peculiaridades y sus puntos fuertes, cada una siendo una especie de declaración de principios, una carta de identidad que define a su autor. Si a primera vista las piezas de uno y de otro son perfectamente reconocibles, con un lenguaje visual perfectamente diferenciado, en realidad en una inspección más profunda, los dos autores tienen mucho en común.

Ambos están interesados de alguna manera en la interacción de la pieza con el usuario y el efecto que ello tiene en el espacio en el que se encuentran. Las ligeras piezas brillantes, pulidas hasta el punto del espejo de Anastassiades contrastan con las rotundas, opacas, oscuras piezas de Anthonioz. El primero es un hombre de orden, casi un fanático del control en el que nada del proceso creativo se deja al azar, en el que todo está milimétricamente pensado. El segundo es un amante de la improvisación, un hombre 2 que no trabaja con ideas preconcebidas, que deja que la forma la encuentren sus manos en el propio proceso de trabajo con escayola que después se transmutará en bronce.

En las impolutas obras de Anastassiades no hay rastro de la mano del artesano que las produce; en las expresivas piezas de Anthonioz, la autoría no se delega, él mismo realiza sus piezas y la impronta de su mano, el intencionado toque humano, permanece y es celebrado. Los perfiles crispados, exactos de uno, contrastan con los irregulares, suaves del otro. Y aún así se encuentran y comparten una calidad pasmosa del material y sus acabados, una sensualidad que les es inherente, un gusto por la proporción, una sensación de atemporalidad, de la permanencia en el tiempo que tiene lo que se crea al margen de las tendencias. Pero coinciden también de un modo más profundo, más intenso, en el aspecto más consustancial a su trabajo, esa vocación esencial que respiran su piezas. El trabajo de Anastassiades destila la disciplina con el que ha sido creado para alcanzar un estado muy monástico, meditativo, casi zen. Él es un creador puritano, en cierto modo eclesiástico, animado por una necesidad de perfección, de purificación, que ha racionalizado hasta el punto de la pura geometría, sin ninguna concesión a lo superfluo. En ese acercamiento a la abstracción nos remite de nuevo a Anthonioz que de un modo más voluptuoso depura las formas, resta el exceso hasta acercarse a lo esencial. El diálogo entre los dos diseñadores o artistas, qué más da, resulta inesperado y enriquecedor. Pasen y vean. Pasen y usen.

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