Doble Juego

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Alvaro Catalán de Ocón
01 Jul 2015
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16 Oct 2015

Contrariamente a lo que se pueda pensar, un diseñador como Álvaro Catalán de Ocón -que ha elegido el camino de la auto-producción, de las pequeñas tiradas y del trabajo al límite de lo artesanal-, nunca se sintió tentado por explorar ese aspecto del diseño donde la libertad es absoluta, donde no hay potenciales clientes, donde responder a exigencias relativas a la funcionalidad no es mandatorio. Por tanto, cuando Machado-Muñoz le pidió una colección para ser editada en series limitadas y con la misión de investigar la posible conexión de su trabajo con el arte, Álvaro respondió enfrentándose al encargo del modo más literal posible, con la escultura como protagonista, pero a su vez dando un rodeo “sui generis” para plantear preguntas sobre las dicotomías escultura/lámpara o escultura/mueble, en dos proyectos que siendo diferentes entre sí y con un punto de vista nuevo en su trayectoria, preservan intacto su interés en revisitar procesos que vienen de la práctica del diseño industrial con un resultado que es a un tiempo inesperado, ingenioso y sorprendente.

El diseñador es invitado en estos casos a transgredir, a romper reglas, mover fronteras, a operar al borde su disciplina, a invadir caminos más propios del arte. Un nuevo reto, que en el caso de Álvaro ha supuesto la primera vez que levanta la veda, que se quita el corsé impuesto por su estricta formación de diseñador industrial preparado para dar soluciones a problemas específicos. Lo ilusorio es un ingrediente fundamental en todo este proceso que es tan físico como mental. Hasta el punto en que la puesta en escena es casi tan importante como la pieza misma.

Esto es especialmente evidente en el proyecto “Rayuela” . La idea surge de unos taburetes anteriores, de diseño geométrico y del mismo nombre, realizados en madera. Taburetes que agrupados forman mesas cuyas 2  superficies son de tamaño y forma variables, creando así una retícula geométrica (como los suelos clásicos en los que se inspira) que al ser elevada a una altura de mesa crea la ficción de un suelo flotante. Los trozos de madera desechados de su fabricación siempre intrigaron al diseñador: unas bloques cuya base forma un triángulo pero que deviene en hexágono. Con ellas hizo en su día una escultura, donde las líneas se quiebran y persiguen, donde los llenos y vacíos se complementan, donde las texturas rayadas y lisas, aportan un valor añadido. Para la nueva “Rayuela”, esta vez de mármol, el modus operandi ha sido el inverso. Se ha realizado primero una escultura y con los recortes de la misma se han fabricado unos taburetes que se disponen alrededor de la misma. Todo ello se muestra sobre un suelo geométrico a base de rombos, en una especie de bucle espacial total.

El segundo proyecto, “Tótem” , consiste en un grupo de esculturas luminosas. De nuevo una incursión en los intríngulis de la geometría, a partir de perfectas pirámides, esferas y cubos de metacrilato transparente de perfiles secos y cortes limpios, que al iluminarse y reflejar la luz producen un intrigante juego de vacíos y llenos, de luces y sombras que nos devuelve al campo de lo ilusorio. Ese aspecto mismo está reforzado por el hecho de que el propio plinto es parte integral de la escultura, el sitio donde se alojan las tripas de la misma. De hecho, Álvaro hace aquí otro guiño a su profesión de diseñador industrial, en concreto, un comentario a su añoranza por la bombilla incandescente en vías de extinción, un cable con interruptor saliendo a pie de la pieza dejan constancia de ello.

Nada es lo que parece en estas dos colecciones, ni formal ni conceptualmente. El diseñador sigue ahí, tergiversando los términos, fiel a sus principios.

Aladdin by Alberto Campo Baeza

Sobre la obra ahora expuesta de Alvaro Catalán de Ocón Read more

Se expone estos días en Madrid, en la galería Machado-Muñoz, la obra más reciente del escultor y diseñador industrial Alvaro Catalán de Ocón. Rayuela, una instalación con una alfombra pétrea presidida por una columna y unos taburetes, también de piedra. Y Totem, una colección de pequeñas lámparas de metacrilato translúcido y transparente increíbles. ¿Rayuela una alfombra? ¿Tótem una colección de lámparas? Para mí que son la alfombra y las lámparas del mismísimo Aladino, capaces de fascinarnos de maravillosas que son.

Sobre la alfombra de piedras preciosas, blanco, negro y gris, se alza allí, presidiéndola, una columna brancusiana que con su hermosura hace que el tiempo se detenga. La blanquísima columna, hecha de blanco mármol estatuario de Carrara, impresiona. Y cuando es tocada por la luz adquiere un cierto carácter sagrado. Nos cuenta su autor que tras levantar la columna, con las sobras, ha elaborado esos asientos capaces de componerse como un damero bendito, que arrejuntados, crean un plano suspendido que al repetir el dibujo de la alfombra, producen un efecto óptico muy eficaz que eleva su belleza a lo sublime. Después hemos sabido que cuando trabajaba estas piezas en madera, antes, el proceso era al revés: él hacía los taburetes partiendo de un bloque y con las sobras surgió la idea de la columna. La columna es como una blanca nube que geométricamente se eleva al cielo como la columna nubis de la Biblia.

Leemos en el Éxodo, capítulo 13. 21-22: “Jehová iba delante de ellos, de día en una columna de nube para guiarlos por el camino.  Nunca se apartó del pueblo la columna de nube durante el día”. Pues así, como esa nube de blanco mármol es esa preciosísima columna de Álvaro Catalán de Ocón. Y las lámparas no son lámparas. Son esculturas hechas con luz, con sólo luz. Lo que algunos arquitectos quisiéramos construir con nuestras obras, este maldito escultor nos lo hace aquí presente con unos diabólicos trazados geométricos que nos hacen levitar.

No es fácil a estas alturas del partido que algo te sorprenda en el mundo del Arte. Y menos si la sorpresa viene de la mano de la serenidad y la calma que transmiten las obras que se nos muestran. Pues en esta mañana donde la canícula de agosto ha cedido un poco, cuando he visitado la exposición de algunas pocas piezas del escultor ¿diseñador industrial? Älvaro Catalán de Ocón en la galería Machado-Muñoz, he quedado rendido. Pocas piezas de mucha, muchísima intensidad y de una belleza sublime. Sobre la espléndida columna que preside la exposición como si de la custodia de un altar laico se tratara, parece que el sub umbra alarum tuarum del salmo 16 estuviera escrito en las paredes. Bajo las alas de Brancusi, claro. Los poliedros de blanco mármol estatuario de Carrara parecen clamar por seguir su ascensión al infinito buscando la belleza. Así me lo confiesa su autor. Su autor, ¿escultor? ¿diseñador industrial? Muchas veces me he preguntado si Bernini era escultor o arquitecto. Porque si como arquitecto es el maestro universal del barroco, como escultor era sublime. Bernini era arquitecto y escultor. Y ahora, aquí, me pregunto: ¿Es Álvaro Catalán de Ocón escultor o diseñador industrial? Porque si como diseñador industrial es de primera, como escultor es sublime. Álvaro Catalán de Ocón es escultor y diseñador industrial. Debo confesar que visitando la exposición he disfrutado enormemente. Que me ha parecido que sus lámparas maravillosas volaban por el aire. Que su alfombra voladora nos transportaba a la Historia más universal. Que su columna, ya no sé si brancusiana o trajana se alzaba hasta perderse en el infinito. Que sus taburetes ya no eran taburetes sino los tres dedos de la mano de Dios de Rodin que se apoyaban en la tierra.

 

N.B. Les recomiendo que tras asombrarse ante la hermosura de los taburetes de mármol, vean su versión de bronce, con unos colores y unas texturas casi imposibles, los acaricien y se transporten a otro mundo, al mundo de la creación artística cuyo secreto posee Álvaro Catalán de Ocón.